domingo, 20 de septiembre de 2015

De fotografía y capturar imágenes.



“Hija, ¿por qué no te compras una cámara profesional?” me preguntó madre hoy en la mañana al verme refunfuñando por las malas fotos que le tomé a la última maqueta. Me quedé pensando: en verdad no es culpa de la resolución o de los pixeles que tenga la cámara de mi celular, la culpa la tuve yo al sacar malos ángulos. Por primera vez pensé en lo importante de una foto que muestra todo y que no muestra nada. Me dio rabia porque de espacio proyectado no enseñaba nada, ni siquiera lo importante que quería valorizar.
Yo puedo argumentar que tenía sueño, falta de lucidez mental típica que ocurre después de comisión, no lo sé. Encarar elementos como arquitectura y fotografía después de una experiencia traumática y psicótica (una entrega final después de un paro de 2 meses) se me hizo difícil. Cuando debiese ser lo contrario.
Cuando la gente decía que una imagen te podía robar el alma para mí eso no está tan alejado de la realidad. Las fotos al igual que la arquitectura debiese capturar la esencia del lugar retratado. Así como cuando yo tomo fotografías del terreno a intervenir es porque intento capturar el alma, esa cosa etérea con la cual un arquitecto quiere trabajar. Como dice German del Sol “a los arquitectos no nos corresponde decidir qué vamos a hacer”; es el emplazamiento mismo el que te dice qué hacer, qué solucionar, qué extremar, qué valorizar, qué rescatar.
Me di cuenta que no sé sacar fotos, y aunque le ponga los diez mil filtros que tiene Instagramtm para volver tu captura un poco más súper loca y moderna la verdad es que nunca reemplazará a esa única toma que lo muestra todo tal cual yo quiero: Una única imagen que denote el alma.
Mejor vuelvo a croquiar y rayar para mostrar ese leguaje lirico del proyecto. O un curso de fotografía.