La actitud de un espacio con la
carga histórica, social y política como la del actual Centro Cultural Gabriela
Mistral es un fiel reflejo del acto del querer recuperar la memoria ciudad y
poseer la vivencia personal de esos espacios. Desde el principio se han
planteado preguntas y respuestas sobre lo que existe y lo que puede existir
dentro de la trama urbana, en base a si seguir con su lógica o establecer
nuevos parámetros olvidándonos del pasado para explicarse e interpretarse desde
la obra nueva. La real interrogante en estos espacios, con grandes cualidades espaciales;
es si mantener la vida e historia del lugar, o proyectar un cambio radical en
su forma.
La euforia política de 1972 y la realización
de la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones
Unidas en Chile permitió que el Barrio Lastarria recibiera al edificio de la UNCTAD
III. Un proyecto en tiempo record[i]
que quiso reflejar los nuevos tiempos de la arquitectura moderna y, de cómo el país
se encontraba preparado para recibir un evento internacional de envergadura. Entrando
más detalladamente en su arquitectura, quizás esta siempre buscó desligarse del
pasado y mostrar el nuevo mundo moderno, sin pensar que adquiriría una
importancia tal se terminaría por hacer parte de un barrio histórico adquiriendo
una identidad propia. Su historia se volvió historia del lugar, se hizo parte
del entramado de la zona. Al hablar de arquitectura moderna se sabe que “Los arquitectos modernos trabajan con la analogía,
el símbolo y la imagen y, aunque afirman rechazar todo determinante de sus
formas que no sea la necesidad estructural y el programa, obtienen ideas, analogía
y estímulos de imágenes inesperadas”[1]
en donde la obra se termina por anclar en características y relaciones del
lugar y no de otro.
Este planteamiento abarca tanto
al edificio construido durante el gobierno de Allende, como al inaugurado en el
2010. Cuando la gente ocupa estos tipos de espacios permeables, significa que
ellos están conscientes de las conexiones que se generan desde su interior
hacia el exterior. Este sistema de configuración arquitectónica es el resultado
de un proyecto que integra las posibles relaciones, entre el ahora Centro
Cultural Gabriela Mistral con las condiciones exteriores de Barrio Lastarria. El
edificio se termina por ensamblar en la trama urbana del centro de Santiago de
modo que su apropiación, por parte de la gente que reside y la población flotante
de la ciudad, supera a la de cualquier otro proyecto con las mismas características.
Un éxito rotundo.
Es importante marcar un punto de
vista personal: la voluntad de uso está sujeta a numerosos factores. En específico
para este proyecto son sus grandes espacios disponibles para un público diverso,
la geometría permeable que se presenta en los bloques interiores y, por último,
es la inclusión de sus circulaciones a la trama ya establecida de Barrio
Lastarria que genera nuevas líneas de dominio para la gente. Fue pensado para
ese lugar y no para otro. Lo último es fundamental ya que es la esencia que
conecta el proyecto con su entorno. No existe centro cultural sin vida propia;
y esta condición de traspaso y permeabilidad es lo que hace ser al GAM lo que
es. Se forma una relación simbiótica entre los usos de espacios que se terminan
por complementar el uno al otro sin olvidar historia, contexto y experiencias.
El edificio se convirtió en la interpretación del medio social, de una forma de
vivir, de una cultura pujante y que gana terreno a través de los espacios dentro
de su cubierta, pero mejor aún, fuera de ella abarcando y satisfaciendo su
medio inmediato.
[1]
Venturi, Robert; “Aprendiendo de Las Vegas: El simbolismo olvidado de la forma
arquitectónica”; Editorial Gustavo Gili, S.A.; Massachusetts; 1997.
[i] Considérese
Tiempo Record: 275 días entre los años 1971 y 1972 con obreros voluntarios, en
donde una construcción así se hubiese demorado aproximadamente 3 años.
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