sábado, 5 de diciembre de 2015

Edificios Pato

La forma hace la función, o la función hace a la forma. Da lo mismo como sea porque siempre existirá esa lucha interna que busca la respuesta correcta. Más bien, políticamente correcta. Es llamativo como esto aplica también dentro del ámbito de la arquitectura, en el sentido de qué es más correcto dentro del diseño propio del proyecto: arquitectura representativa o figurativa. Aquí viene la parte entretenida.

Empezando por hacer filtro de acuerdo a los gustos – mis gustos, claramente discutibles – entre lo representativo y lo figurativo, el 2° me genera más discusiones internas. Específicamente por una forma particular de construcción: los edificios pato, el extremo último de lo figurativo.  Mencionada y analizada por arquitectos seudo-modernos como lo son Robert Venturi y Denise Scott Brown en su libro Aprendiendo de las Vegas, los edificios pato son envolventes que reflejan su contenido de manera explícita. Una traducción literal de la función en el que su nombre nace inspirado en el Big Duck Bulding de Long Island, una sala de ventas de huevos y carne de pato. La persona que ideó esta estrategia de venta y publicidad gratis merece un premio porque en él no caben las dobles interpretaciones, el mensaje es muy obvio ante la gente que no desea complicarse la vida con expresiones arquitectónicas shuper locas de la cual, solo los elegidos por el Lado Oscuro de la Fuerza podemos comprender (abarco tanto a gente de la FAU como a personas instruidas en el arte, Matías Klotz, sociólogos, músicos, escultores y Federico Sánchez)[1].

Me llama poderosamente la atención esta forma de sobrevivencia publicitaria en la ciudad de Nevada. Más me llama la atención que este método se copie por el mundo. Según Venturi en sus palabras como académico de Yale dicta que en este caso “el rótulo es más importante que la arquitectura. Esto se refleja en el presupuesto del propietario. El rótulo, en primer plano, es un grosero alarde; el edificio, en segundo plano, una modesta necesidad. Lo barato aquí es la arquitectura.”[2] Su uso es vago y con el sentido único de una interpretación fácil y efectiva. El método del edificio pato me interesa por su (mala) interpretación o (mal) uso del sentido último de la arquitectura: la esencia de marcar lugar, la de singularizar el espacio a través de un elemento hito que caracterice el espacio donde cae. Con los edificios pato no ocurre eso porque el elemento tal vez se convierta en hito, pero más que eso se convierte en una anécdota que no genera lugar. Es solo un objeto llamativo que al mirarlo no sabes si te dan ganas de sonreír o te da progeria.

La arquitectura es lugar, fundamentalmente a través de la singularización del espacio. Es referente, es marca en el paisaje abierto al hombre, para el hombre y desde él. Una disciplina orientada al espacio, inclusive al diseño gráfico volumétrico (que puede ser un elemento constituyente de la arquitectura), pero no en forma de pato[3]. Cuando el Príncipe Carlos manda cartas reclamando la perdida de criterio por parte de algunos profesionales me gustaría unirme a su reclamo. Aunque también es muy válido el uso de la infraestructura como elemento figurativo entrando a la frase “la forma sigue al antojo”. Bien por ellos y bien si les resulta. Los chinos lo recibieron con los brazos abiertos por su valor icónico, pero el que esté construido en un lenguaje común y contemporáneo no significa que este bien. Para mí no; y en lo personal no creo que en los talleres de arquitectura –profesionales o académicos– la argumentación de un proyecto inicie con la forma lógica que quiere representar. Discurso barato y obsoleto.  

En 1998 el editor de la revista A10 Hans Ibelings escribió una muy buena observación en su libro Supermodernismo: “una arquitectura que refiere a nada fuera de sí misma y no apela al intelecto, automáticamente prioriza la experiencia directa, la experiencia sensorial, de espacio materia y luz. En una época en la que nadie se sorprende ya más con nada, parece que estímulos más intensos se requieren para despertar los sentidos”[4]. La obra de Peter Zumthor y el pensamiento de Juhani Pallasmaa, por mencionar los más obvios, han devuelto la experiencia arquitectónica a la piel, lejos de las interpretaciones de la forma. Por fortuna, no se ve el retorno ni la aceptación de los edificios pato aunque si se debe reconocer de su éxito en ventas y publicidad gratis. Por algo Venturi lo analizó en su libro y por algo seguimos hablando y escribiendo de ello.

Si algún día viajo a Las Vegas me sacaré una foto al lado de ese edificio solo por el morbo de estar al lado de un pato gigante. Para finalizar esta lluvia de ideas, un compilado de fotos de edificios patos y no tan patos. Deleite para los ojos.

EL REY  The Big Duck Building

UNA PELOTA
Salón de la fama del Fútbol, Pachuca, México 

UN CHOCLO
Pabellón de México, EXPO Milan 2015

PESCADO
Oficina Regional de desarrollo pesquero, Hyderabad, India

PIANO-VIOLÍN
Conservatorio de música, Huai Nan, China

LA CASA DE BOB ESPONJA
Edificio Piña, Sudáfrica


NOKIA LADRILLO
Edificio Telefónica, Providencia
ACIERTO FOTOGRÁFICO
Costanera Center, Providencia.



[1] Quizás algún día extienda esta lista. Ahora no se me ocurre nadie más.
[2] Venturi, Robert; “Aprendiendo de Las Vegas: El simbolismo olvidado de la forma arquitectónica”; Editorial Gustavo Gili, S.A.; Massachusetts; 1997.
[3] Ni de zapato, perro, choclo, pene, botella, pepino, celular, piña, ni siquiera como pelota de futbol.  
[4] Ibelings, Hans; “Supermodernismo: arquitectura en la era de la globalización”; Editorial Gustavo Gili; Edición ilustrada; 1998.

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