La forma hace la función, o la
función hace a la forma. Da lo mismo como sea porque siempre existirá esa lucha
interna que busca la respuesta correcta. Más bien, políticamente correcta. Es
llamativo como esto aplica también dentro del ámbito de la arquitectura, en el
sentido de qué es más correcto dentro del diseño propio del proyecto:
arquitectura representativa o figurativa. Aquí viene la parte entretenida.
Empezando por hacer filtro de acuerdo
a los gustos – mis gustos, claramente discutibles – entre lo representativo y
lo figurativo, el 2° me genera más discusiones internas. Específicamente por
una forma particular de construcción: los edificios pato, el extremo último de
lo figurativo. Mencionada y analizada
por arquitectos seudo-modernos como lo son Robert Venturi y Denise Scott Brown
en su libro Aprendiendo de las Vegas,
los edificios pato son envolventes que reflejan su contenido de manera explícita.
Una traducción literal de la función en el que su nombre nace inspirado en el
Big Duck Bulding de Long Island, una sala de ventas de huevos y carne de pato.
La persona que ideó esta estrategia de venta y publicidad gratis merece un
premio porque en él no caben las dobles interpretaciones, el mensaje es muy obvio
ante la gente que no desea complicarse la vida con expresiones arquitectónicas shuper
locas de la cual, solo los elegidos por el Lado Oscuro de la Fuerza podemos comprender
(abarco tanto a gente de la FAU como a personas instruidas en el arte, Matías
Klotz, sociólogos, músicos, escultores y Federico Sánchez)[1].
Me llama poderosamente la atención
esta forma de sobrevivencia publicitaria en la ciudad de Nevada. Más me llama
la atención que este método se copie por el mundo. Según Venturi en sus
palabras como académico de Yale dicta que en este caso “el rótulo es más importante que la arquitectura. Esto se refleja en el
presupuesto del propietario. El rótulo, en primer plano, es un grosero alarde;
el edificio, en segundo plano, una modesta necesidad. Lo barato aquí es la
arquitectura.”[2]
Su uso es vago y con el sentido único de una interpretación fácil y
efectiva. El método del edificio pato me interesa por su (mala) interpretación
o (mal) uso del sentido último de la arquitectura: la esencia de marcar lugar,
la de singularizar el espacio a través de un elemento hito que caracterice el
espacio donde cae. Con los edificios pato no ocurre eso porque el elemento tal
vez se convierta en hito, pero más que eso se convierte en una anécdota que no
genera lugar. Es solo un objeto llamativo que al mirarlo no sabes si te dan
ganas de sonreír o te da progeria.
La arquitectura es lugar, fundamentalmente
a través de la singularización del espacio. Es referente, es marca en el
paisaje abierto al hombre, para el hombre y desde él. Una disciplina orientada
al espacio, inclusive al diseño gráfico volumétrico (que puede ser un elemento
constituyente de la arquitectura), pero no en forma de pato[3].
Cuando el Príncipe Carlos manda cartas reclamando la perdida de criterio por
parte de algunos profesionales me gustaría unirme a su reclamo. Aunque también es
muy válido el uso de la infraestructura como elemento figurativo entrando a la
frase “la forma sigue al antojo”. Bien por ellos y bien si les resulta. Los
chinos lo recibieron con los brazos abiertos por su valor icónico, pero el que
esté construido en un lenguaje común y contemporáneo no significa que este
bien. Para mí no; y en lo personal no creo que en los talleres de arquitectura –profesionales
o académicos– la argumentación de un proyecto inicie con la forma lógica que
quiere representar. Discurso barato y obsoleto.
En 1998 el editor de la revista
A10 Hans Ibelings escribió una muy buena observación en su libro Supermodernismo: “una arquitectura que refiere a nada fuera de sí misma y no apela al
intelecto, automáticamente prioriza la experiencia directa, la experiencia
sensorial, de espacio materia y luz. En una época en la que nadie se sorprende
ya más con nada, parece que estímulos más intensos se requieren para despertar
los sentidos”[4].
La obra de Peter Zumthor y el pensamiento de Juhani Pallasmaa, por mencionar
los más obvios, han devuelto la experiencia arquitectónica a la piel, lejos de
las interpretaciones de la forma. Por fortuna, no se ve el retorno ni la
aceptación de los edificios pato aunque si se debe reconocer de su éxito en
ventas y publicidad gratis. Por algo Venturi lo analizó en su libro y por algo
seguimos hablando y escribiendo de ello.
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EL REY The Big Duck Building |
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UNA PELOTA Salón de la fama del Fútbol, Pachuca, México |
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UN CHOCLO Pabellón de México, EXPO Milan 2015 |
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PESCADO Oficina Regional de desarrollo pesquero, Hyderabad, India |
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PIANO-VIOLÍN Conservatorio de música, Huai Nan, China |
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LA CASA DE BOB ESPONJA Edificio Piña, Sudáfrica |
[1] Quizás
algún día extienda esta lista. Ahora no se me ocurre nadie más.
[2] Venturi,
Robert; “Aprendiendo de Las Vegas: El simbolismo olvidado de la forma arquitectónica”;
Editorial Gustavo Gili, S.A.; Massachusetts; 1997.
[3] Ni
de zapato, perro, choclo, pene, botella, pepino, celular, piña, ni siquiera
como pelota de futbol.
[4]
Ibelings, Hans; “Supermodernismo: arquitectura en la era de la globalización”;
Editorial Gustavo Gili; Edición ilustrada; 1998.
son edificios postmodernos?
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